Una decoración sencilla y con encanto, con los muebles justos y necesarios (casi todos de Ikea) y sobre todo, del tamaño correcto para el espacio donde se ubican. Los textiles, la iluminación y las flores frescas, consiguen darle un toque femenino y acogedor.
Destaca la pared de ladrillo rústico, que marca la división entre cocina y salón… donde además se cambia la gama de color para separar aún más las estancias. Los colores suaves y los muebles blancos proyectan la sensación luz.
Precioso, ¿verdad?
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